La educación es costosa para aquel que no ha valorado el precio de la ignorancia...la lógica nos enseña a razonar con exactitud....
lunes, 14 de enero de 2013
Entre la fisica y la alta tecnologia
Los humanos cuando tenemos delante una obra tan impresionante que no concebimos la manera en la que fue construida, solemos asignar su autoría a seres superiores. Nos pasa con las pirámides, y nos pasa también con las piedras del Trilithon de la Heliópolis de Baalbek. El Trilithon son tres grandes bloques de piedra que forman parte de la base del templo romano de Júpiter en Baalbek, Líbano. Estos bloques tienen unas dimensiones de 20 metros de ancho, cuatro de alto y 3 de fondo, y un peso estimado de 800 toneladas. Es muy frecuente encontrar escritos en los que se dice que la antigüedad de estas rocas es muy anterior a la época de los romanos, y que su peso está entre 1.000 y 2.000 toneladas. Y también es frecuente que se ligue su autoría a las historias de los antiguos astronautas.
¿Por qué tenemos que recurrir a los extraterrestres para explicar el traslado y colocación de estos colosos megalíticos? ¿Acaso son estas las piedras más grandes desplazadas por el ser humano en toda su historia?
La respuesta es: No. La piedra más grande movida por el ser humano es la base de la estatua de Pedro el Grande, ubicada actualmente en San Petersburgo.
Debido a un capricho de la emperatriz Catalina II, la roca se debió tallar en su emplazamiento final, y por ello hubo que trasladarla en bruto. La roca pesaba 1.500 toneladas, casi el doble que cualquiera de los bloques del Trilithon. Tuvo que salvar 6 Km de distancia hasta la orilla del mar, donde fue montada sobre una barcaza construida expresamente para su traslado. Y todo ello ocurrió en el siglo XVIII, fecha en la que tampoco existían grúas hidráulicas, ni dispositivos antigravitatorios.
Pero la parte más asombrosa del movimiento de esta roca, es que se utilizó exclusivamente la fuerza de 32 hombres, que accionaban los cabrestantes. Y una pieza clave: el ingenio humano, que no ha variado desde el inicio de los tiempos. Lo único que ha variado son las herramientas de las que ha dispuesto. En 1770, estas herramientas no eran sustancialmente mejores de las que se disponían en la fecha en la que los romanos construyeron los templos de Baalbek.
De aquella época se conserva la obra de arquitectura más antigua de la que se dispone, “De Arquitectura”, escrita por el arquitecto de Julio Cesar, Marco Vitruvio. En el décimo volumen, Vitruvio describe la maquinaria utilizada en los astilleros griegos y romanos, así como las técnicas de desplazamiento de las piezas pesadas del Templo de Artemisa de Éfeso. Por ejemplo, para desplazar los segmentos de las columnas, engarzaban unos bornes de metal en los centros de cada corte de sección, y tiraban de ellos con animales para desplazarlos como un rodillo.
Otra técnica descrita por Vitruvio, aplica a los bloques de piedra de sección cuadrada. En este caso se recubrían los extremos de las columnas con unas piezas de madera que les proporcionaban una superficie circular sobre la poder desplazarlos con el mínimo esfuerzo.
Disponían además de poleas, polipastos y cabrestantes, que permitían desmultiplicar la fuerza necesaria para mover los grandes bloques de piedra.
En la figura A vemos un cabrestante simple con el que un solo hombre puede levantar 96 kilos. En el modelo B se mezcla polea y cabrestante, en el que dos hombres pueden levantar 120 kilos. El C introduce un polipasto, gracias al que dos hombres pueden levantar 720 kilos, y el D le añade el efecto palanca, permitiendo que 4 hombres puedan levantar 2 toneladas.
Esto no tiene nada de magia. Es lo mismo que ocurre cuando montamos en bici y bajamos una marcha. En las cuestas damos más pedaladas por cada giro de la rueda, pero gracias a ello tenemos fuerza suficiente para moverla.
Pero podemos seguir desmultiplicando la fuerza como en los dispositivos E y F, en los que gracias a que el tambor es mucho mayor, el peso que se puede levantar es de 3 y 10 toneladas respectivamente.
Aun disponiendo de estos dispositivos, parece que levantar cualquiera de las piedras del Trilithon habría sido una colosal empresa. Para hacerlo tendrían que haber utilizado coordinadamente al menos 80 de estos cabrestantes. Por ello, las piedras del Trilithon no se llegaron a levantar en ningún momento. Ya en la cantera, situada a solo 800 metros de la Heliópolis se introdujeron troncos de árbol para actuar como rodamientos a la vez que se separaba del suelo.
Una vez sobre los troncos, a la roca le quedaba un pequeño recorrido cuesta abajo hasta llegar al emplazamiento final. La fuerza para su desplazamientos no pudo ser proporcionada por bueyes. Un buey puede mover 1.000 kilos. Por consiguiente, habríamos necesitado 800 animales. A la hora de la verdad, la eficiencia conjunta de estos animales es mucho menor, y además el problema de coordinar el tiro es irresoluble. Utilizando un enganche compuestos de 8 parejas de bueyes unidos a un eje común, y este a su vez a un cable enganchado a la roca, cada buey daba un empuje de 15 talentos (390 kilos). Descartando la fuerza animal, solo queda que los bloques fuesen movidos por personas, supliendo la debilidad muscular con el ingenio y el uso de dispositivos desmultiplicadores. Utilizando un cabrestante en el que el punto medio de aplicación de la fuerza sobre cada pala sea de 1,7 metros, y con un radio de tambor de 10 cm, 24 hombres (3 sobre cada pala) producirían un empuje de 8.160 Kg. Utilizando un polipasto compuesto por dos poleas en el enganche a la roca, la fuerza pasa a ser de 16.320 Kg. Esta fuerza se queda reducida a 13.560 Kg debido al coeficiente de fricción. Utilizando 6 de estos artefactos, manejados por 144 hombres en total, se garantiza una tracción de 78.336 kilos que deberían de ser suficientes para desplazar la roca. Y con mucha más precisión de la que podrían proporcionar los bueyes.
Al llegar al templo, y debido a la imposibilidad de levantarla, la roca tendrá que dejar atrás los rodillos de madera y ser arrastrada roca contra roca. Esta debió de ser la parte más dura, porque además de la dificultad para moverla, había que manejarla con extrema precisión para confrontarla con las que ya estaban colocadas. Para disminuir el rozamiento, seguramente echaron sobre el suelo arcilla húmeda, que algo ayudaría, aunque la presión era tan grande que la disminución fue de seguro pequeña. Para esta última fase pudieron emplear 12 cabrestantes.
Solo queda por responder a ¿por qué acometieron los romanos esta colosal obra en Baalbek y no en Roma? La respuesta a esa pregunta puede ser la manifestación del orgullo romano, queriendo demostrar su capacidad en una zona en la que ellos mismos estaban intimidados por la majestuosidad de las obras egipcias. Es también quizá lo que les llevó a construir la columna de Pompeyo en la ciudad de Alejandría, que no es otra cosa que un obelisco “romanizado”. Se daba así la imagen, en esa importante y estratégica localización, del magnífico poder del imperio romano.
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