En una discusión, ante la argumentación de tu adversario, trata de buscar en ella alguna contradicción, bien con los principios de una doctrina o ciencia admitidas, o con lo que dijo antes o lo que decían sus maestros, etc. Busca algo de ese tipo y, si no hay nada mejor, convierte en personal lo que está defendiendo. El suicidio, por ejemplo. Asáltale de inmediato ante su aserto: “¿Por qué no te ahorcas tú?". Siempre podrás encontrar algo directo para llevar la confrontación a un terreno imposible.
Así es la estratagema 16 que Arthur Schopenhauer concibió para deshacerse o neutralizar adversarios dialécticos cuando se trata de “tener razón o llevársela siempre”. El arte de tener razón es una suerte de revólver dialéctico con cachas nacaradas que el borrascoso Schopenhauer escribió en 1830, durante su estancia en Berlín. Quizás todos lo habéis leído, y por eso hay placer en reencontrar sus pérfidas y divertidas maniobras. Basta imaginar el carácter sombrío de Schopenhauer cuando paseaba meditabundo por las avenidas de Berlín con la barbilla hundida en el pecho, el ceño fruncido, urdiendo estrategias dialécticas para superar a cualquier contrincante. “Recogí en ese catecismo todas las estratagemas de mala fe que tan frecuentemente se utilizan al discutir con el tipo de gente que suele ser la mayoría”.
Schopenhauer reflexiona sobre algo que nos pasa a todos; podemos tener razón objetiva en un asunto y sin embargo los oyentes no parecen creer en ello. ¿Os imagináis con qué humor soportaría Schopenhauer una situación así? Una cosa es la validez y verdad objetiva de una proposición y otra cosa es la aprobación de los oyentes. De esto segundo se ocupa la dialéctica, dice Schopenhauer.
Estas son las mejores estratagemas de Schopenhauer para refrescar nuestra dialéctica:
1 ❚ Caricaturizar la afirmación de nuestro adversario, interpretándola exageradamente, fuera de sus límites naturales. Cuanto más general y extensa se hace su afirmación, tanto más vulnerable resultará a nuestros ataques.
2 ❚ Recurso de valor permanente: suscitar la cólera del adversario, ya que, encolerizado, no está en condiciones de juzgar de forma serena y percibir su ventaja.
3 ❚ Uno puede utilizar premisas falsas si el adversario no admite las verdaderas en relación con la propuesta, siempre que sirvan para algo, aunque no sean el centro de la discusión.
4 ❚ No plantear las preguntas en el orden que requiere la conclusión a extraer, sino con todo tipo de desorden: en este caso, el adversario ya no sabe adónde quiere uno llegar y no puede prevenirse. Si es posible, se utilizan las respuestas confusas del adversario para alcanzar conclusiones deseadas por uno.
5 ❚ Utilizar argumentos ad hominem. Basándonos en una afirmación del adversario, busquemos una pregunta personal que le descentre: “¿Por qué no te ahorcas tú?”.
6 ❚ Si el adversario nos apremia a contestar de inmediato a su afirmación y no tenemos nada adecuado, busquemos un terreno general para rebatirlo. Pongámonos, en contra, por ejemplo, de la credulidad ante la magia.
7 ❚ Forcemos las consecuencias de las tesis de nuestro adversario, mediante falsas conclusiones y tergiversaciones para llegar donde él nunca quiso llegar.
8 ❚ Cuando uno no sabe qué objetar a las razones del adversario, declárese incompetente con ironía: “Lo que dice usted desborda mi débil comprensión. Puede ser muy acertado, pero yo no alcanzo a entenderlo y renuncio a cualquier juicio”.
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