miércoles, 20 de noviembre de 2013

EL MISTERIO DE LA TRIBU DOGON

Los Dogon son una tribu que viven en el acantilado de Bandiagra (Mali-Africa), tienen un conocimiento increible del Universo desde hace miles de años y hoy en dia mantienen en jaque a la astronomia actual.
Todos los datos precisos que nos ha brindado la ciencia moderna ya eran conocidos desde tiempos primitivos por la tribu africana de los dogon.
Una vez más, no se explica que una tribu primitiva como ésta conociera desde hace cientos de años la existencia de una enana blanca que no se pudo fotografiar hasta el año 1970, como tampoco parece razonable que conocieran la existencia de un cuerpo vecino de Sirio totalmente invisible al ojo humano.

Sin embargo, según los testimonios recogidos hace sesenta años por los antropólogos Marcel Griaule y Germaine Dieterlen, los dogon conocían a Sirio B con el nombre de Po Tolo y sabían de su peculiaridad como enana blanca: "es la estrella más pequeña, pero también el más pesado de los objetos celestes... es metal en todas sus formas, especialmente por el Sagala, un poco más brillante que el hierro y de una densidad tal que todos los seres terrestres juntos no podrían levantar un pedazo del mismo".

Que un hombre de ciencia como Marcel Griaule (que falleció en 1.956) extrajera esta información tan revolucionaria, despertó de inmediato entre sus compañeros todo tipo de rechazos. Pionero de los estudios etnográficos en África, primer catedrático de etnología de la Universidad de la Sorbona, consejero de la Unión Francesa, presidente de la Comisión de Asuntos Culturales, y un largo etcétera de títulos honoríficos, no fue razón suficiente para que sobre este hombre no se lanzasen todo tipo de sospechas de fraude, basadas en un "terrible delito", su gran afición a la astronomía.
Poco importa que, a pesar de la gran cantidad de páginas que constaba su largo trabajo sobre los dogon, iniciado en el año 1.931, sólo dedicara un capítulo al conocimiento de Sirio, y que fuese su compañera Germaine Dieterlen quien lo publicara varios años después de la muerte de Marcel Griaule. ¿Para qué montar un fraude si jamás hizo hincapié en él?

Gran cantidad de antropólogos como Van Beek, Jacky Boujou, Paul Lane, etc, han tratado de verificar los trabajos de Marcel Griaule varios años después de su muerte. Ninguno ha logrado los resultados alcanzados por Griaule. Esta circunstancia ha servido para desprestigiar todo su trabajo. Van Beek, por ejemplo, alega que la gran mayoría de los dogon ignora que Sirio tiene un compañero invisible, y no saben nada sobre su masa o su período orbital. Él y sus colegas dicen que los dogones tienen propensión para el consenso, haciendo inverosímil la historia original.
Pero a estos antropólogos no les interesa que el conocimiento que le fue dado a Griaule fuese un regalo al que pocas personas pueden acceder, por ser parte de la tradición secreta de este pueblo africano. Un regalo ganado por el respeto y la admiración a lo largo de muchos años de estudios y de convivencia. Y es que este conocimiento sólo está al alcance de muy pocos miembros de la comunidad dogon, una casta sacerdotal que guarda celosamente todo el origen de sus costumbres y tradiciones. Marcel Griaule recibió un conocimiento secreto que le ha sido negado a otros. Es curioso ver como el fracaso de unos cuantos se ha convertido en el éxito de los detractores del trabajo de Griaule. Ahora falta por ver si cuando estos mueran, también son acompañados a su última morada por docenas de miles de dogon en señal de luto y respeto hacia su figura, como lo fue Marcel Griaule en 1.956.

Pero los dogon hablan también de Sirio C. La llaman «emme ya tolo», y era considerado por los astrólogos dogones como el astro femenino por excelencia. Dicho cuerpo celeste gira también en torno a Sirio A. Y los dogon siguen desconcertándonos al acertar plenamente cuando nos hablan de su naturaleza física: "es una estrella más voluminosa que po tolo (Sirio y cuatro veces más ligera. Gira... recorriendo una trayectoria completa en 50 años".
Según los dogon, lo que nosotros llamamos Sirio C, se encuentra en el plano orbital de Sirio A y Sirio B formando un ángulo de unos 90 grados. Los dibujos de carácter cósmico que ejecutan en sus ceremonias secretas y que fueron dados a conocer por Robert Temple también sugieren otros conocimientos desconcertantes. Así, por ejemplo, se ha comprobado que plasmaron correctamente la trayectoria de Sirio A y B por el espacio, hecho que ha sido verificado por las modernas computadoras. Asimismo, aciertan al representar el sistema de Sirio con sus órbitas correctas.

Gracias a sus toscos, pero expresivos diseños, propios de la simbología religiosa, sabemos que conocían desde hace siglos que Saturno posee anillos y que Júpiter tiene cuatro lunas interiores.
Respecto al período orbital antes descrito de Sirio B, los dogon dicen: "la duración de su revolución es de 50 años". Y coincidiendo con este evento cósmico, cada 50 años celebran la fiesta del Sigui, en la que representan (con sus máscaras e indumentarias) el aspecto físico de los civilizadores que les dieron estas impresionantes informaciones.
Casualmente, estos civilizadores (muy similares al anteriormente descrito Oannes) vinieron de Sirio en un arca que giraba sobre sí misma y a la que los dogon representan con forma circular. Su tradición nos dice que, en el momento del descenso, Nommo (nombre con el que también se conoce a los instructores celestes en el Sudán) lanzó su palabra a las cuatro direcciones y relacionan el sonido del "arca" con el choque de cuatro grandes piedras dentro de una cueva. También nos cuentan que cuando el vehículo aterrizó era como una llama que se apaga al tocar el suelo. En esta etapa del descenso, levantó una impresionante columna de polvo.

¿Se puede ser más claro y preciso en la descripción de una aeronave? Si los antepasados de los dogon fueron claros a la hora de describir las efemérides más secretas de Sirio (siglos antes de que éstas fuesen descubiertas con las herramientas de los hombres) no lo fueron menos a la hora de "fotografiar" el momento histórico de la llegada a nuestro planeta de unos seres del cosmos, cuyo objeto pudo dejar testimonio de su presencia en el pasado influyendo en los contactados humanos a través de la transmisión de una cultura avanzada.
Para complicar si cabe aún más las cosas, sabemos que otros pueblos vecinos comparten las mismas creencias y tradiciones orales sobre Sirio. La historia del instructor celeste de los dogon tiene claras reminiscencias del Oannes babilónico. Y si éste visitó la Tierra hace algo más de 6.000 años, ¿por qué no pensar lo mismo de Nommo?
Robert Temple afirma que Nommo fue un extraterrestre que dejó en la Tierra, hace entre 7.000 y 10.000 años atrás, toda clase de pistas sobre su origen estelar. Lo que nos lleva a especular con la posibilidad de que Oannes y Nommo tengan un origen planetario común.
Sin embargo, el caso más turbador es el de los egipcios. El físico argentino José Álvarez López afirma que (junto a esta tribu de los dogon) el pueblo de la antigüedad que vivió más conectado a Sirio fue Egipto. El Faraón no representaba al Sol sino a Sirio. Una deidad muy importante del panteón egipcio fue la dualidad Isis-Nephtis, que eran representadas como mellizas siamesas.
No obstante, otros escépticos mucho más abiertos, como el desaparecido Carl Sagan, aceptan la dificultad de encontrar una explicación que no sea la extraterrestre: "si la aparición de vida inteligente reviste interés científico general o de otra índole para las civilizaciones galácticas, es razonable pensar que, con la aparición de Procónsul (un homínido), aumentase el índice de inspección de nuestro planeta... Al principio, el desarrollo de la estructura social, del arte, de la religión y de las habilidades técnicas elementales dicha inspección se habría intensificado aún más... cabe entonces la posibilidad de que el contacto con una civilización extraterrestre haya tenido lugar en tiempos históricos".
Es justo reconocer que, si bien el caso de los dogon no es considerado por muchos científicos como una evidencia (se ignora por qué no), los conocimientos astronómicos de esta primitiva cultura africana no pueden ser producto de la casualidad. Así lo estimó Carl Sagan cuando se le preguntó sobre el particular: "el conocimiento del cielo de los dogon es totalmente impensable sin ayuda del telescopio".
Sin embargo, Sagan considera que no hay que buscar necesariamente entre los instructores de los dogon a seres de otros mundos, sino a algún viajero europeo que les hubiese transmitido esta información. Esta teoría parece ignorar la existencia de Sirio C, descubierto muy recientemente en 1.995, amén de ser excesivamente rebuscada. Si bien existen pruebas de asimilación cultural en otros casos, estos requieren mucho más tiempo para desarrollarse, y más en el caso de los dogon, que celebran su fiesta principal, la ya mencionada Sigui, cada 50 años. Está muy claro que cualquier hipótesis es buena siempre que niegue la posible visita de seres de otros mundos en otras épocas a la Tierra.

Al respecto, el investigador Javier Arries es contundente: "difícilmente puede creerse que la visita esporádica de un europeo, que además debería estar muy familiarizado con la astronomía, hubiera provocado en Mali la irrupción de un sistema de creencias tan amplio, coherente y bien coordinado. Es como pensar que un viajero mesopotámico, tras unas breves charlas con sacerdotes del Nilo, hubiera sembrado la compleja teología egipcia".
Justo es aclarar que cuando Sagan expuso esta crítica todavía no se sabía nada de Sirio C por parte de la cienc

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