¿A quién descubrimos en el Crucifijo? ¿Quién es ese a quien no quieren que contemplemos siquiera en ese estado de fracaso humano total? ¿Cuál es ahora su delito para que le sigan odiando y persiguiendo con tanta saña?. Ni siquiera soportan su presencia silente en las humildes cruces que cuelgan en las paredes de las escuelas. Insisten en arrebatar su Imagen a los jóvenes, que de ninguna manera interesa que le conozcan, porque han constatado que es imposible conocerle y no amarle. Y aún más cuando aquellos jóvenes lo contemplan en un estado tan lamentable y dolorido que les anima a interesarse y a solidarizarse más con el dulce Jesús Crucificado. Quienes le persiguen no pueden entender que la Imagen arruinada del Crucificado pueda invitar a tantos jóvenes a seguirle, por un camino que lleva irremisiblemente al Patíbulo, donde la promesa del Amor encuentra su realización más completa. Los postulantes del hedonismo y de la cultura materialista no aceptan el misterio de convocatoria y de amor que se esconde tras una simple Cruz de palo.
Laicismo es el impulsor del odio a la Señal del Cristianismo. Es un combate que dura ya más de dos siglos. Siempre ha estado ahí, en la vanguardia abierta o a la sombra de todas las persecuciones a la Iglesia del Crucificado. Toda suerte de persecuciones: desde la difamación a la calumnia, directamente o con la complicidad de segundos; y persecución hasta la muerte. Habrá que seguir insistiendo en este tema, porque el Laicismo está omnipresente en las políticas de agresión de este Gobierno a los valores del Cristianismo y a los derechos fundamentales del hombre, en particular el derecho a la vida, el derecho de los padres a decidir sobre la educación de sus hijos y los derechos de la familia natural.
En este tiempo no se dan las condiciones objetivas para una persecución sangrienta, como sucedió en los años treinta del pasado siglo.
El HONOR DEL CRUCIFICADO está en la Cruz. Y ese Honor hay que defenderlo con humildad y mansedumbre. El derecho de los cristianos a defender el Honor de Dios prevalecerá sobre todas las potestades del mundo: ya que cuanto más débiles nos consideren más fuertes somos, pues la Fuerza del Crucificado se hace perfecta en nuestra flaqueza. Que se enteren bien los que quieren arrancar los crucifijos de las escuelas, con la justificación que en cada momento quieran presentar. Una y otra vez lo han intentado, pero al final, en lo más alto, estará siempre el Crucificado, atrayendo a los hombres hacia El, con los brazos abiertos a todos, también a los que le persiguen y a los que le maltratamos. Pierden el tiempo los Laicistas, porque el Crucificado -aunque a veces lo parezca- no pierde batallas. También el Laicismo tendrá que exclamar: “Venciste Galileo”. Nada más cierto que esto.
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