viernes, 1 de junio de 2012

El mundo de sofia

Lo que se nos presenta como una novela encierra dos historias. Por una parte las aventuras de una niña próxima a cumplir 15 años, Sofía Amuntsen, y por otra el extraño curso de filosofía que recibe de un excéntrico profesor que hace un repaso de la historia de las ideas. Decidí que sería interesante dar voz a este relato entrañable para disfrute de los visitantes del blog. Al margen de las carencias que según algunos críticos tiene como novela, sin embargo es una excelente forma de acceder a la historia de las ideas.  través de las cartas de un misterioso y anónimo filósofo, Sofía Amundsen se encuentra frente a frente con las preguntas importantes de la vida. El profesor le deja pistas aquí y allá y le invita a seguir un curso de filosofía por correspondencia. ¿Quién eres? Sofía se estremece ante las grandes preguntas que se abren paso en su mente y, poco a poco va descubriendo un mundo inmenso dentro del pequeño mundo que creía conocer.
Apolo y Dafne
En la antigüedad los mitos estaban por todas partes. Representaban una forma de interpretar la realidad con la que los filósofos antiguos, a partir del año 600 a.C. en adelante se encontraron y tomaron la tarea de realizar el paso del mito al logos. Pero el mito no ha desaparecido de nuestra vida todavía hoy.
Ya hemos visto cómo durante el período de la Ilustración ciertos pensadores tomaron la misión de hacer el paso definitivo del mito al logos.
Hacer la transición del mito al logos no quiere decir que el mito desaparezca o sea superado del todo porque también hoy los mitos están por todas partes.
Los filósofos de la naturaleza buscaban un principio o arjé del que todo derivara. Sofía Amundsen descubría un nuevo mundo mediante el asombro ante todo lo que ocurre en la vida cotidiana.
Todo en Grecia giraba por entonces en torno a la mitología y al oráculo de Delfos y sus predicciones. La frase Conócete a ti mismo estaba grabada en el frontispicio del templo de Apolo. Sofía está intrigada también con esa Hilde que parecía tener tantas cosas en común con ella.
Sócrates fue el primer gran filósofo de la antigüedad griega. Le gustaba hablar con todo el mundo. Solía hacerse el tonto como quien no sabe nada para dejar en evidencia a quienes se las daban de entendidos, como por ejemplo los sofistas. Sócrates inventó un método que usa de la ironía para descolocar a sus adversarios en el debate. El moscardón de Atenas, como él mismo se llamaba, despertó muchas iras y por ello fue condenado a muerte. Sócrates no escribió nada en su vida y lo que conocemos lo hemos leído en los Diálogos de su discípulo Platón. A Sofía le impactó la honestidad de Sócrates.
¿Habría sido todo un sueño? Sofía despertó con una sensación dulce. Recordaba haber visto un vídeo que su maestro le había enviado. No sólo había podido ver por primera vez a su maestro sino que hasta hizo un viaje en el tiempo a la Atenas del siglo V antes de Cristo. ¡Nada menos que había podido hablar con Platón!
Platón escribió su obra en forma de Diálogos en los que generalmente es Sócrates el protagonista. La muerte de su maestro Sócrates cuando Platón tenía 29 años produjo una honda impresión en el discípulo. Platón estudia lo inmutable y lo eterno dentro del fluir constante de Heráclito o lo que es lo mismo, el mundo de las ideas y el imperio de los sentidos. Todos los caballos son iguales porque en el mundo de las ideas hay un molde del caballo que los hace a todos muy parecidos. Sofía contesta a las preguntas que le formuló el mismo Platón en su viaje a través del tiempo.
Platón fundó su escuela de filosofía fuera de Atenas y estaba situada en una arboleda que debía su nombre al héroe mitológico griego Academo y por eso se llamó Academia. Lo más importante era el diálogo. El proyecto de Platón consistía en averiguar la relación entre lo eterno e inmutable por un lado y lo que fluye por el otro. 
Ya hemos visto que Platón concebía la realidad en dos esferas bien diferenciadas: por una parte el mundo de las ideas donde están los moldes y luego los objetos que vemos a través de los sentidos. De igual modo, el hombre para Platón es un conjunto formado por alma y cuerpo. Un alma inmortal y un cuerpo mortal que es la morada del alma. En el alma se ubica una de las propiedades principales, la inteligencia.
El alma ya conoce antes de meterse en un cuerpo pero lo olvida al encarnarse. Su función será recordar lo que ya sabe. Es lo que se conoce como reminiscencia.
Platón con su célebre mito de la caverna enfrenta al hombre con el conocimiento. Para Platón, como para su maestro Sócrates, lo más importante es la búsqueda del bien, tanto para el individuo, como para la sociedad y para la polis. Pero el ser humano es prisionero del mundo sensible, de las apariencias, de lo efímero y es refractario a mirar a los ojos a la naturaleza, al mundo de las ideas, molde donde mora la verdad, el bien supremo. Elaborada la teoría, Platón nos la muestra en la alegoría de la caverna. Parece una historieta sencilla pero atraviesa toda la esencia del ser humano desde sus implicaciones: antropológica, ontológica, epistemológica, moral y política.
El filósofo es quien, utilizando su razón, descorre el velo de las apariencias y asume la responsabilidad de mostrar la luz del sol, como metáfora suprema del bien, de la verdad del mundo de las ideas. Aunque sea a costa de su vida, como le ocurrirá a Sócrates.
Hoy como ayer, mañana como hoy y siempre igual que dirá el poeta Bécquer. El mito de la caverna nos invita a salir de las estrechas miras de las circunstancias de cada uno, abrirnos a nuevas realidades, nuevos mundos, estudiar a los sabios de la antigüedad, participar de las controversias de la razón de todos los tiempos, con humildad pero sin miedo. Estamos bajo el efecto, letal tantas veces, de la prepotente subjetividad que es como un flash, como un destello que nos ciega (nos mediatiza) y nos impide ver la realidad o, en todo caso, cercena otras partes de la realidad que nos es necesario conocer para comprender este mundo misterioso y mágico en el que vivimos. El árbol de las percepciones particulares pegadas al terreno no nos deja ver el bosque de la verdad total que viene preñada de oportunidades. Nuestra situación personal nos hace enanos y tenemos que subirnos a los hombros de gigantes para ver el sol del bien, de la sabiduría, de la verdad. La verdad, como algunos piensan, no es un muñeco roto sino que se nos presenta como las piezas de un lego que hay que montar a lo largo de la vida como ladrillos que formarán la casa que habitaremos. Con fragmentos tomados del hoy y del ayer. También del mañana, es decir, tampoco prescindiremos de la creatividad ordinaria y de la prospectiva inteligente. Hemos de ser capaces de salir de nuestra propia caverna y reconocer los mejores frutos del pensamiento humano de todos los tiempos para seguir avanzando porque la lucha continúa…


Cuando estudiamos la historia observamos que a su transcurso la humanidad ha transitado por épocas más oscuras y épocas más brillantes; etapas de gloria a las que le suceden otras de decadencia. Cada ser humano carece de la suficiente perspectiva como para determinar si el tiempo en el que vivimos (nos movemos y existimos), nuestra época, nuestras circunstancias personales, la educación recibida, etc., nos permitirá vivir una vida plena o gris o hará de nosotros un eslabón oxidado que chirría al contacto con los otros eslabones, náufragos como nosotros en este mar inmenso de la vida. Por ese motivo urge abrir la mente, observar y estudiar nuestra cultura de manera diacrónica, analizar otras culturas, otras épocas, sobre todo las atravesadas por el esplendor y crecimiento para no quedarnos congelados en un hoy imperfecto y en todo caso insuficiente porque la vida de cada persona es demasiado corta como para vivir “de farol”.


Pero también la cueva de Platón hoy es la caja tonta, la televisión que envenena a la gente con sus productos tóxicos que la distraen del objetivo central de todo ser humano: buscar la verdad, el bien, la sabiduría. Porque la televisión es la cueva que mantiene prisioneros a tantos que confunden el ruido y el furor (Shakespeare) de las apariencias con la realidad.


Parece que lo que se impone en la posmodernidad es el pragmatismo. También el pragmatismo puede ser otra caverna con su juego de reflejos tras de la hoguera que determina que no podemos trascender ni nuestro tiempo ni nuestra cultura y nos mantiene atados a sólo mirar infinitamente las sombras en la pared ajada de la cueva
Platón piensa que vivimos en el mundo de las ideas. Por una parte está el mundo de los sentidos, que es engañoso y por otra, está el mundo de las ideas donde está el molde de todas las cosas y que es el verdadero mundo. Un caballo no es más que un reflejo defectuoso del perfecto molde del caballo que está en el mundo de las ideas. El hombre consta de un cuerpo y de un alma. El cuerpo humano es materia que fluye mientras que el alma es inmortal.
En su conocida obra La República aparece el mito de la caverna que ejemplifica a el denso y complejo mundo de la teoría de las ideas concebido por Platón y que ha llegado a ser la teoría más influyente de todos los tiempos.

Según Platón las ideas son entes reales metafísicos. Para conocer la verdad de las cosas tendremos que acudir a las ideas: de belleza, de justicia, de verdad, etc. Frente al mundo de las ideas, eternas, necesarias, inteligibles, inmutables, inmateriales, está el mundo sensible, cambiante, material del cual no se puede esperar el acceso a la esencia de las cosas.
El curso de filosofía por correspondencia avanza y Sofía conoce el nombre de su maestro: Alberto Knox. Al mismo tiempo observa cómo el foco de atención se desplaza del elemento primario de la naturaleza al ser humano en la polis. En una sociedad democrática como la ateniense, el pueblo tiene que estar educado para interactuar con otros ciudadanos. Atenas es un hervidero de debates en el foro. En ese contexto aparecen unos individuos que se hacen llamar sofistas, es decir, sabios y que cobran elevadas sumas de dinero por sus enseñanzas. El hombre es la medida de todas las cosas, dirá uno de ellos, llamado Protágoras.
Empédocles opinaba que no sólo había un elemento básico sino cuatro: tierra, aire, fuego y agua. Estos cuatro elementos o raíces se mezclan en diferentes proporciones y se vuelven a separar indefinidamente: Por lo tanto nada cambia, sino que se producen infinitas combinaciones de esos cuatro elementos.
Tales de Mileto



Hoy el curso de filosofía por correspondencia que sigue con tanto interés Sofía Amundsen se detiene en Mileto, una colonia de Asia Menor. Y en tres filósofos, a uno de los cuales conozco bien: Tales, Anaximandro y Anaxímenes. Tales pensaba que el agua era el arjé o elemento simple del que surgieron todas las cosas. Para Anaximandro, por el contrario, ese elemento era algo indeterminado, mientras que para Anaxímenes el elemento primordial era el aire.


Nada puede surgir de la nada y todo fluye: Parménides y Heráclito. Cada uno buscó dar una explicación a las transformaciones de la naturaleza. Para Parménides, la materia siempre ha estado presente. Si lo sentidos nos engañan, no así la razón. Para Heráclito, todo fluye, nada permanece excepto el cambio.

Empédocles opinaba que no sólo había un elemento básico sino cuatro: tierra, aire, fuego y agua. Estos cuatro elementos o raíces se mezclan en diferentes proporciones y se vuelven a separar indefinidamente: Por lo tanto nada cambia, sino que se producen infinitas combinaciones de esos cuatro elementos.
Sofía está aprendiendo a pensar filosóficamente. Y así descubre que Anaxágoras encuentra la clave de todo en algo parecido al holograma. Decía que la información contenida en una minúscula partícula de nuestro cuerpo incluía a todo el conjunto: todo el motivo estaba presente en cada pieza. A esas partes minúsculas, Anaxágoras las llamaba gérmenes o semillas. Y a la fuerza que crea animales y humanos la llamó entendimiento o nous.
Demócrito fue el último filósofo de la naturaleza y el primer filósofo materialista. Decía que todo estaba formado por unas partículas indivisibles que llamaba átomos que son las que fluyen de uno a otro ser.

Sofía está inquieta porque quiere saber quién es su maestro de filosofía y le envía una carta con una invitación. El maestro aplaza el encuentro y sigue con las enseñanzas. Hoy le hablará sobre el destino y los intentos por pronosticarlo desde antiguo y a través de los más peregrinos métodos de adivinación: los posos del café, las estrellas, etc. Una noche, Sofía que estaba atenta al buzón donde recibía las cartas con el curso de correspondencia consigue ver al escurridizo y enigmático mensajero.


Sofía inicia la lectura de las cartas del enigmático profesor ¿Qué es la filosofía? ¿Hay algo que debería interesar a todo el mundo? ¿Hay algo que todo el mundo necesite?
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