Miles de personas en todo el mundo afirman que unos pequeños seres de grandes cabezas y enormes ojos negros se presentan en sus hogares y se los llevan a sus naves, en las que practican con ellos diversos experimentos médicos.
La mayoría de los ufólogos achacan estos casos a la intervención de alienígenas, pero existen otros testimonios que se refieren a entidades de aspecto luminoso o fantasmal, las cuales también se presentan en los cuartos de sus víctimas, a las que llegan a agredir, tal como aseguran los protagonistas de estos desconcertantes hechos. La última vez que se presentó fue horrible», nos decía Antonia M. con lágrimas en los ojos, mientras su hermana, también presente en la entrevista, trataba de consolarla. «Como de costumbre, sentí que iba a venir –continúa relatándonos– porque se me erizaron los cabellos. Siempre sucede de la misma manera. Me acababa de acostar, cuando escuché que alguien se acercaba por el pasillo. Entonces se abrió la puerta y lo vi: alto, vestido con ropas negras, una larga capa también oscura y su cara demacrada, blanca. Se acercó hasta mi cama; yo sólo miraba, paralizada por el terror. Se inclinó hacia mí y levantó las sábanas con violencia. En ese momento me fijé en que no tenía manos, sino unas garras horribles. Me sujetó muy fuerte por las piernas y empezó a arrastrarme fuera de la cama. No podía ni gritar, sólo lloraba, quieta, haciendo fuerza para que no me llevase con él. De pronto, en la ventana apareció una mujer vestida de blanco que llevaba de la mano a una niña con un vestido del mismo color. La ‘señora’ cogió al ser que me estaba acosando y se lo llevó con ella por la ventana». A la mañana siguiente, nuestra protagonista recibió la llamada de su hija, que estudia en Madrid. Ésta le relató que durante la noche pudo ver una aparición fantasmal en la ventana de su habitación: una señora y una niña, ambas ataviadas con ropas blancas.
Como consecuencia de esta última experiencia, Antonia sufrió tal impacto emocional que el médico le concedió la baja laboral durante varios meses. Incluso acudió a consultas de psicólogos y psiquiatras, pero ninguno supo ofrecerle una respuesta a su problema, pues la conclusión de estos profesionales era que no tenía ningún tipo de desorden mental. «Me decían que fuera lo que fuese lo que me ocurría, escapaba a su campo profesional», aseguraba la mujer con un rictus de desesperanza en su rostro.
AGRESORES DEL MÁS ALLÁ
De la larga conversación que mantuvimos, se desprende que es una persona con ciertas capacidades psíquicas muy desarrolladas. Sus allegados dan fe de la exactitud de sus premoniciones, pues suele adelantarse en el tiempo a acontecimientos como accidentes o defunciones con una exactitud sorprendente. Quién sabe, quizá en algún momento su especial sensibilidad hizo posible que lograra cierta conexión con «otras realidades». Su particular calvario comenzó en 2003, cuando contempló por primera vez en su dormitorio a esta entidad de aspecto nada agradable. «Suele ocurrir cada dos o tres meses –comenta–, siempre se inclina hacia mí y me toca la pierna. Mi hija, que entonces vivía conmigo, no sabía nada de esto, porque prefería no asustarla. Pero una noche, comenzó a gritar. Cuando se calmó me dijo que se había presentado ante ella una entidad cuya descripción coincidía con la que yo veía».
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