martes, 4 de septiembre de 2012

nuevos estudios de los niños Indigo

Psicólogos y pediatras afirman que las nuevas generaciones de niños son especiales, más espirituales, poseedores de una inteligencia superior. Pero hay más..  
El fenómeno de los niños índigo fue identificado por primera vez por la Dra. Nancy Ann Tappe, quien en 1982 publicó el libro Understanding your life through color –“Entendiendo su vida a través del color”– en el que definió de forma precisa, los patrones de comportamiento de estos “nuevos” niños. Nancy Tappe considera que vienen preparados para el adelanto científico que supone la tecnología y que, a la breve edad de tres o cuatro años, sus mentes están más adaptadas para la gran revolución informática que la de los adultos.
     
Posteriormente a las investigaciones de la Dra. Tappe, Lee Carroll y Jan Tober, los estudios destaparon la importancia del fenómeno social e informaron sobre la nueva problemática, que estaba reflejándose tanto en la relación padres-hijos como en las deficiencias del sistema educativo frente a estos nuevos niños. Asimismo, también fueron la voz de alarma frente al uso de una serie de medicamentos y drogas legales con el fin de resolver el problema que estaba ocasionando el nuevo comportamiento infantil, hasta la fecha no tipificado por los psicólogos.
 
Sin embargo, a pesar de que el paradigma conservador de la psicología humana tiende a establecer como regla general que cualquier cambio en la evolución de la sociedad sólo puede vislumbrarse en tiempo pasado, muchos profesionales han comenzado a estudiar seriamente el fenómeno. El niño índigo está mostrando una serie de atributos psicológicos y unos patrones de comportamiento que no han sido documentados hasta ahora, y cuya omisión de estudio podría llevar a crear un desequilibrio potencial y una gran frustración en sus mentes. Entre dichos patrones de comportamiento adquieren especial relevancia su gran dificultad para aceptar la autoridad y las órdenes sin explicación alguna, un sentimiento de frustración frente a sistemas que son como rituales y que no requieren de creatividad, inconformismo y rebeldía ante dichos sistemas, la falta de respuesta ante la disciplina a través de la culpabilidad –parecen niños antisociales, sobretodo en la escuela, a no ser que se encuentren con otros niños que tienen el mismo nivel de consciencia que ellos–.
 
En contrapunto con estos patrones, los niños índigo parecen poseer una personalidad más adulta que el resto, y cuentan con unas capacidades especiales que se ven reprimidas por nuestra sociedad.

Atención e hiperactividad
Uno de los puntos que puede darnos a entender que estamos ante un niño índigo es su hiperactividad, tanto física como cerebral. Ésta se ve reflejada en ciertos problemas de adaptación a los centros educativos infantiles tradicionales, lo que supone un quebradero de cabeza para los educadores ya que su comportamiento representa una verdadera revolución en las aulas. De hecho, existen muchos casos en los que niños que poseían la frecuencia índigo han sido diagnosticados erróneamente con el Síndrome de Desordenes de la Atención –ADHD y DHD–.
   
Pero de la misma manera que no todos los niños índigo tienen problemas de comportamiento, no todos los que muestran este tipo de desórdenes son índigos.
 
¿Medicación?
Sin embargo, la hiperactividad mostrada por niños índigo no debe ser tratada con fármacos como Cylert y Retalina o Ritalín, nombre comercial del clorhidrato de metilfenidato, un potente estimulante con componentes anfetamínicos, que trabaja en el sistema nervioso central para conseguir aumentar la capacidad de concentración y atención en niños hiperquinéticos.

El alto índice en el cociente intelectual es otra característica de estos niños, que además suelen tener un desarrollo físico más acelerado que la media. A veces muestran preferencias hacia la alimentación sana y naturista, siendo enemigos de los excesos en la ingestión de comida. Suelen dormir pocas horas y poseen un sistema inmunológico bien dotado y fuerte, lo que se traduce en que apenas enferman. Odian las órdenes irracionales, no aceptan la hipocresía ni la manipulación, son independientes y, aunque tienen una gran seguridad en sí mismos, como niños que son, el apoyo emocional e incondicional de la familia supone un ingrediente muy importante en su formación y crecimiento.
 
Los métodos tradicionales de enseñanza no funcionan con ellos, ya que prefieren la experiencia como sistema de aprendizaje. Sus capacidades son fácilmente identificables y eso ha llevado a que los investigadores y educadores hayan podido establecer unos patrones generales de su comportamiento y de sus gustos. Estos niños deben ser tratados como adultos desde su niñez y debemos ganarnos su respeto ya que no aceptan las demostraciones de autoridad por el mero hecho de que seamos mayores. Debemos cambiar las ordenes dictatoriales por instrucciones razonadas. No trate nunca de impedirles hablar; lo que necesitan es ser escuchados y el diálogo es importante para ellos.
 
Por su personalidad atienden a la disciplina pero no al castigo. Este les provocará rebeldía y odio, en cuanto que la disciplina les enseñará las consecuencias de sus actos y les ofrece la posibilidad de resolver el problema al no haber manipulado su dignidad. Si les tratamos con respeto y les enseñamos cuáles son sus responsabilidades y las consecuencias de sus actuaciones, aprenderán la lección con más facilidad y rapidez. Al ofrecerles alternativas de comportamiento y capacidad de decisión, podrán experimentar las consecuencias de sus propios errores y aciertos, lo que les hará sentirse dueños de su futuro.
 
Muchos profesores son conscientes del hecho de que la comparación y el intento de avergonzar al alumno no funciona con estos niños. El problema es el sistema educativo, no los profesionales de la educación que no pueden hacer nada al respecto y muestran además un claro sentimiento de frustración al no tener un modelo educacional sobre el cual trabajar.

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