martes, 25 de septiembre de 2012

Animales..compañeros de viaje

Inteligentes, afectuosos, dotados de facultades paranormales, capacitados para elaborar idiomas y herramientas, los animales constituyen uno de los mayores retos del siglo XXI. Y el respeto que merecen requiere conocimiento: desvelar el misterio que ellos encarnan y alque la cultura humana ha dado la espalda durante los últimos siglos. Los afectos animales son tan evidentes que no dejan espacio para la duda. Las investigaciones científicas también han confirmado la elaborada inteligencia de las especies más variadas. Otros estudios han permitido establecer experimentalmente que sus facultades paranormales son homologables a las de los humanos. Desde los pollitos a los caballos, pasando por perros y gatos, han demostrado dotes psicokinéticas, precognitivas y telepáticas. Monos, cuervos, loros, perritos de las praderas y otras especies, también poseen capacidad para elaborar un lenguaje mediante el cual transmitirse información relevante, aprender técnicas nuevas y fabricarse herramientas. 
Las antiguas culturas no les negaron el alma. Desde el chamanismo más arcaico hasta el antiguo Egipto hallamos claramente expresada la convicción de que merecen veneración, protección y respeto. Como manifiesta Antonio Burgos en la entrevista que recogemos en nuestro tema de portada, no debemos olvidar que el término animal proviene de anima, que significa alma.



Esta verdad, captada intuitivamente desde la noche de los tiempos, sólo fue ignorada por las épocas más racionalistas, como en el siglo XVIII. Pero incluso en estos tiempos oscuros no faltaron los pensadores que expresaron su indignación ante la crueldad con los animales y reivindicaron su derecho a ser protegidos. Filósofos como Jeremy Bentham, o políticos como el presidente norteamericano Abraham Lincoln, entre muchas otras personalidades de los siglos XVIII y XIX, se declararon partidarios de formalizar para los animales derechos análogos a los humanos. Y lo mismo observamos en el siglo XX. Desde físicos como Albert Einstein hasta místicos de la talla de Gandhi han insistido en la misma idea.                               

Nuestra cultura se resiste a explorar sin prejuicios el misterio del animal. Sin embargo, en la propia investigación científica se empieza a abrir camino una nueva actitud que nos devuelve a la antigua sabiduría. Todas las supuestas diferencias entre los humanos y los animales –lenguaje, fabricación de herramientas, aprendizaje y transmisión de técnicas de una a otra generación– han caído ante la evidencia de que también son patrimonio de varias especies. 

Las organizaciones dedicadas a su defensa y a la promoción de iniciativas legales para su protección y reconocimiento de derechos aglutinan cada vez a más personas.

 


En cualquier caso, los animales no sólo son una asignatura pendiente y una responsabilidad ética que la Humanidad debe asumir. También son a menudo nuestros maestros y tienen mucho que enseñarnos. Cuando nos reconciliemos con ellos y los reconozcamos como a nuestros hermanos menores, seremos más sabios y viviremos en un mundo mejor. Y para alcanzar este objetivo debemos empezar por conocer mejor sus aptitudes y sus asombrosas facultades y habilidades.

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