martes, 4 de septiembre de 2012

los niños salvajes ¿bestias o humanos?

El reciente encuentro de una niña rusa de 5 años, que se comporta igual que los animales con los que convivió desde su nacimiento, es el último ejemplo de los llamados “niños salvajes”. Su caso, aún pendiente de estudio, vuelve a retomar la vieja pregunta de qué es lo que nos separa realmente de las bestias. ¿Dónde está esa línea? ¿Qué es lo que nos hace humanos y qué animales?
El pasado 26 de mayo la Policía de la ciudad siberiana de Chita informaba del hallazgo de una niña de cinco años que había permanecido encerrada, casi desde su nacimiento, en una habitación con perros y gatos. Tal situación provocó que la menor se comportara como un animal doméstico más, emitiendo sonidos en lugar de palabras e intentando morder a sus rescatadores. Sus familiares, ya detenidos y que vivían en la misma casa, trataron a la pequeña como una mascota, a la que no hacía falta hablar, vestir ni lavar, convirtiéndola con el tiempo en uno de los llamados “niños salvajes”.

Bajo este término se encuadran aquellos menores que desde muy temprana edad sobrevivieron sin prácticamente ningún contacto social, desarrollando así su lado animal, hasta el punto de comportarse como tales. Y por increíble que parezca, la historia nos ha dado numerosos ejemplos de esta realidad que aún sigue escandalizándonos, mostrando, ya de paso, la delgada línea que nos separa de la más pura bestialidad.

Casos sorprendentes

Estrictamente hablando existen tres categorías de “niños salvajes”. En la primera se sitúan aquellos menores que fueron abandonados en la naturaleza y que sobrevivieron por sus propios medios. El ejemplo más famoso en esta tipología es el de Víctor de Aveyron, encontrado en 1799 dentro del bosque francés de La Caune y cuya historia llevó al cine en 1969 el director francés François Truffaut, bajo el título de El pequeño salvaje.   
Internado en el hospicio de Rodez, sus cuidadores observaron cómo el joven rechazaba todo contacto humano, comportándose de una manera salvaje y descontrolada. Comía carne cruda que desgarraba con los dientes y dormía acurrucado en el suelo. La tarea de reeducarlo recayó en el pedagogo Jean Marc Itard, famoso por su trabajo con los niños sordomudos, a los que su discapacidad también les ocasionaba un aislamiento social forzoso. 
A pesar de que Víctor –fue el nombre que se le puso al desconocer si poseía uno propio– tendría la ya avanzada edad de 11 ó 12 años, Itard logró que pronunciara algunas palabras y que se comportara con “cierta” educación en determinadas circunstancias. Sin embargo, en su informe final anotó que Víctor nunca perdió “su anhelo por la libertad del campo abierto y su indiferencia a la mayoría de los placeres de la vida social”.

Respecto al segundo grupo de “niños salvajes”, se debe mencionar aquellos que vivieron en la naturaleza, pero no alimentándose por sus propios medios, sino siendo cuidados por otros animales. Fue el caso de las hermanas Amala y Kamala, así conocidas mundialmente aunque muy probablemente no fueron ­realmente hermanas.
Su descubrimiento se debe al misionero Joseph Singh quien, en una visita a la aldea india de Midnapore, fue informado de la presencia de un fantasma en el bosque. Intrigado por esa historia, Singh se internó en la selva, hallando en una madriguera de lobos a dos niñas desnutridas y salvajes de 6 y 3 años de edad respectivamente, a las que la madre loba cuidaba como dos cachorros más.

Acto seguido fueron internadas en una misión cercana, con tan pocos progresos en su humanización –apenas se logró que caminaran erguidas–, que el propio padre Singh llegó a preguntarse si no hubiera sido mejor haberlas dejado en la madriguera para que viviesen libremente.

Y en el último lugar de esta clasificación se sitúan los niños que fueron confinados en lugares aislados por sus propios familiares, privándoles del contacto humano y, por tanto, de cualquier oportunidad socializadora. El caso de la niña rusa recién descubierta es uno de estos ejemplos, aunque no el más llamativo. En Fiji salió a la luz en 2005 la historia de Sunjit Kumar, joven al que sus padres habían encerrado en un gallinero nada más nacer. Dormía en el suelo y movía los brazos como si fueran alas. También la ucraniana Oxana Malaya fue criada con animales en la década de los 90, perros en este caso; o el niño siberiano Andrei, dejado por sus padres al cuidado de su perro guardián, del que aprendió, entre otras muchas actitudes, a ladrar y a olisquear todo lo que le rodeaba.        El  caso caso Amala y Kamala El filósofo griego Aristóteles dijo que sólo las bestias o los dioses pueden vivir fuera de la ciudad. Es decir, que sólo nos desarrollamos como personas en un contexto social. Para demostrar que Aristóteles no estaba del todo equivocado, hoy voy a contaros la historia de las niñas Amala y Kemala.


En 1920, J.A.L. Sing, encontró en las afueras de Midnapore (India) a dos niñas escuálidas y casi salvajes en la madriguera de unos lobos, a quienes una loba las cuidaba como si fueran sus propias hijas y de su misma especie. Singh dudó en qué hacer, pero desnucó a la loba y apresaron a las dos niñas. Las bautizaron con el nombre de Kamala, que tenía seis años y su hermana Amala, que tenía tres.

Al parecer no tenían relación familiar entre ellas dos, por lo que se pensó que la loba las había recogido en momentos distintos.

Ellas estaban distanciadas de su entorno "familiar" solamente se tenían la una a la otra, pensando que cualquier ser humano que se les acercara era un enemigo para ellas. Al principio, eran muy agresivas y peligrosas: arañaban, mordían y atacaban a quienes se le acercasen. Cuando las vestían, se quitaban la ropa a mordiscos, y parecía que no tuvieran frío.

Aceptaron tomar leche en tazones y no comieron hasta que las pusieron junto a los perros. Éstos sólo las aceptaron cuando una de ellas les quitó trozos de carne antes de irse a roer un hueso. Eran nocturnas y veían muy bien en la oscuridad, es decir, tenían buen sentido de la vista y un cierto miedo a la luz y a los humanos. Además, también tenían buen sentido del oído, así como su sentido del olfato desarrollado. Dormían una encima de la otra, aullaban durante toda la noche y olfateaban todo lo que pasaba frente a ellas y corrían a cuatro patas.

No lloraban ni reían, ni al parecer, tenían ningún sentimiento humano. Su adaptación fue tan difícil que se llegó a pensar que hubiese sido mejor dejarlas donde las habían encontrado. Un año después de estar en el orfanato, Amala se puso enferma y murió. Cuando Amala falleció, se vio a Kamala llorar (además, se la tuvo que separar por la fuerza del ataúd de su "hermana"). Un tiempo después lo pasó las semanas siguientes en una esquina y aullando por las noches. Entonces, a partir de ese momento, Kamala se mostró más sociable como resultado de la educación recibida, y más progresos, como, por ejemplo, aprendió los conceptos elementales de cantidad, empezó a andar sola y aprendió un vocabulario de unas cuarenta palabras monosilábicas. En 1929, es decir, con quince años, se contagió de la fiebre tifoidea y murió tras dos meses. Fue enterrada junto a Amala en el cementerio cristiano de St.John.

Lo que más me llama la atención de esta historia es que, al parecer, las niñas no eran ni hermanas ni parientes, por lo que se llega a la conclusión de que la loba las encontró en distintos tiempos, por lo que pienso que la loba puede que haya recogido a la segunda niña como si fuese ya algo normal.

Algo que también me llama la atención, es que las niñas no sintieran frío sin la ropa, y pienso que los humanos llevemos ropa es por la costumbre, no lo sé. Otra cosa interesante es que Kamala llora cuando muere Amala, es decir expresa sus sentimientos algo que al parecer, antes no había hecho; pienso que entonces a su supuesta hermana la quería más que a la loba que la había criado, ya que cuando la separaron de esta, no lloró ni expresó sus sentimientos, aunque también podría ser que en esos momentos estaba ya con la experiencia de haber pasado un tiempo con humanos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario